El cuerpo está hecho para cambiar, el cuerpo cambia, el cambio es parte natural de la existencia humana. El cambio debe ser respetado, honrado, sobre todo por lo que ese cambio representa en nuestras vidas. Ese cambio deviene de muchas vivencias, experiencias y situaciones que nos llevaron a estos puntos. Entonces, por qué desecharlos e intentar que el cuerpo permanezca inmutable, intransmutable, inamovible. ¿Por qué obligamos a nuestros cuerpos a seguir entrando en moldes? ¿Por qué debe el cuerpo amoldarse a la moldería hegemónica establecida o la que nos acompañó durante alguna parte de nuestras vidas y hoy ya no?
A ver, partamos de la base. No he tenido grandes cambios de corporalidad a lo largo de mi vida. Más o menos siempre fue la misma situación. Siempre anduve en la misma, kilos más kilos menos, más músculo o más tejido adiposo.
No sé lo que es hacer un cambio drástico, como muchas personas, de talle de pantalón. No se lo que es que la ropa que me compré hace unos meses ya no me quede cómoda. Sí sé lo que es que -como la ropa me seguía entrando- no me actualizaran la ropa infantil cuando estaba siendo adolescente. Y la adolescencia es un gran momento de angustias. Por eso siempre modifiqué la ropa que me ponía para que estéticamente y a nivel de moldería se adecuara a mí.
Entonces lo que sí sé es lo que implica cambiar de necesidades, de búsquedas, la ropa me entraba, la podía usar, aunque no siempre me quedaba bien.
Esta nota en realidad es para hablar de mi experiencia como persona y como profesional en el consultorio.
Es común que haya personas que deciden dejar los pantalones que hasta hace un tiempo les entraban o incluso los de antes de tener hijos o cuando eran mucho más jóvenes ̈por si en algún momento puedo volver a entrar ̈. Y en realidad no se sienten mal con sus cuerpos, el sufrimiento aparece cuando ven la pila de pantalones que antes les entraba, ahí casi como hostigándolas a que cambien o vuelvan a una composición corporal ̈x ̈.
El cuerpo cambia. Las sensaciones cambian. Los gustos cambian. Buscar que la ropa se adapte a esos procesos (dentro de lo que es económicamente posible) es mucho más amoroso y cuidadoso que sentirnos en la obligación de cambiar nuestra composición para poder usar esa ropa. Insisto, tal vez llegan a un punto en donde se sienten bien con sus cuerpos, con sus rutinas, con todo lo que deseaban lograr. Pero ahí está la pila de pantalones. No digo que los tiren. Para nada. Pero sí darnos la posibilidad de pensar la vida con la plasticidad que tiene.
Tal vez es momento de hacerlos circular, dependiendo de cuándo fue la última vez que los usamos realmente. Y darle la libertad a mi cuerpo de que sea lo que está siendo en este momento, ¡con el orgullo de haber vivido todo lo que viví hasta este punto!.
Mi cuerpo habla, mi cuerpo cuenta, los cuerpos cuentan una historia, una trayectoria, una experiencia única e irrepetible, ¿por qué queremos hacer que se transformen en moldería de replicación en masa?
Celebremos los cambios, celebremos tener la plasticidad para adaptarnos a lo que nuestro cuerpo va contando del impacto que ha tenido nuestra historia.
Disfrutemos de sentirnos libres, cómodas, con pantalones que nos permitan movernos y respirar tranquilas, que no nos dejen la piel marcada hasta quedar violeta.
Que no nos tape, que nos cambie, que no nos modifique.
Celebremos la diversidad y la belleza de nuestras vidas ¡y lo maravilloso que es vivir!
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